Tengo en mi memoria tu rostro de lucha,
aniquilando las últimas miradas al cielo,
dialogando con un nudo en la garganta,
robando la inspiración de las historias exageradas de tus personajes,
imploras algunas caricias impúdicas
y sientes en la carne un frío entumecedor;
vibran tus dedos,
retienes un placer huidizo,
devuelves todo hasta el éxtasis,
y cabalgas en cada mirada,
advirtiendo que pronto no hay párpados que se cierren con una caricia,
ni palabras de consuelo creando una frágil calidez en tu alma,
formando huracanes con cada sonido,
paralizándose el sentido,
abrazando los placeres,
contemplando la lucha en tus ojos;
se cerró el ciclo.
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