Comida devorada

Número de almas que pasan.




domingo, 7 de marzo de 2010

39 (No es para que nadie se asuste, pero hay cosas que sólo Dios sabe)


Era un. Tipo Misterioso.
La primera. Vez que lo ví, me sorprendí de sus. Ojeras verdeazuladas y su palidez. Me saludó entre. Dientes y tomó asiento.
No vino al. Consultorio hasta pasado tres meses. Tengo que. Admitir que estuve preocupada. Su caso era. Grave, y los pronósticos. No eran buenos.
Así. Y todo, en esta segunda visita, lo. Noté mejor. Su cara tenía un aspecto saludable y las manos ya. No le temblaban.
En tres semanas estaba ya. Curado.
De a. Poco, con el correr del tiempo, fui. Conociendo su historia. Era. Extraña.
Se llamaba José y. Todavía no tenía cumplidos los treinta. Había llegado a la ciudad en. Busca de trabajo, pero no duraba mucho en ningún lado por. Su enfermizo aspecto y una terrible tendencia a preguntar. Cosas que no debía.
La enfermedad, pude adivinar, la contrajo. Trabajando en un matadero de gallinas.
Algo en su. Personalidad me atraía. Y al cabo de unos meses terminamos siendo. Amigos.
Compartíamos. Comidas y charlas que se extendían hasta la madrugada.
Era un tipo. Interesante. Le gustaba mucho el fútbol y resultó ser todo un experto. En Hesse, por lo que cenábamos rodeados de discusiones sobre Central Córdoba y crisis. Existenciales.
La noche, la terrible noche. De la desgracia, habíamos tomado mucho vino, y entre unos cigarros, me pidió que le mostrase uno de los cuentos. Que estaba escribiendo.
Pobre José, siempre queriendo. Saber todo. Cuando leyó el cuento, puso cara de no entender y preguntó sobre. La puntuación, tan rara.
Tuve que reirme, meter. La mano en un cajón del , escritorio y enseñarle mi. Revolver.

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