martes, 16 de marzo de 2010
46 (Y aquí Cordelia)
"A veces era tan espiritual que me hacía sentirme anonadada como mujer, y en otras ocaciones tan desbocado y apasionado, tan henchido de deseo, que casi me daba escalofríos. Unas veces me hacía sentirme como extraña a él, y otras en cambio se me entragaba enteramente; y cuando yo entonces le estrechaba en mis brazos, él cambiaba súbitamente y por completo, y yo me encontraba con que estaba abrazando las nubes. Esta expresión yo la había oído antes de conocerle a él, pero fue él quien me enseñó a comprenderla; y siempre que la uso pienso en él, aunque cierto es que mis pensamientos los pienso únicamente con él. Siempre he amado la música, y él era un instrumento incomparable, siempre agitado, dramático y de tal volumen como ningún otro, un aunténtico compendio de sentimientos y estados de ánimo; ni había para él pensamiento demasiado elevado, demasiado desesperado, tan capaz era de rugir cual tormenta otoñal como de susurrar hasta volverse casi inaudible. Ni una sola palabra mía quedó sin efecto, y eso que no puedo decir que mis palabras diesen siempre en el blanco; pues cual fuese este es cosa que no puedo saber. Como una indescriptible pero misteriosa, bendita, innominable angustia, escuchaba yo esa música que yo misma provocaba y no provocaba al tiempo, y todo era armonía, todo me arrebataba"
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