Comida devorada

Número de almas que pasan.




martes, 30 de marzo de 2010

54 (Viejo y sordo)

Recojo las hojas secas del otoño.
Pequeño silencio doloroso que seguiría luego con un adiós. Te creo que hay cosas que sólo los homosexuales y las mujeres te dicen, todos sabemos por qué razón, pero dentro de las grandes diferencias de nuestras personalidades, hay también ciertas similitudes que nadie oye.
Hay algo que me sonaba a incierto, a error,
puede que el cautivador deseo de tu presencia haya sido el detonante de ésta duda, pero estoy convencida de que el mundo viejo y sordo, jamás comprenderá puramente el no deseo, tampoco los que somos partes de él, aunque conocer la existencia de algo o de alguien, con un poco de sensibilidad, te obliga a inspeccionarlo hasta entenderlo. Es por eso quizá, que tu sutil mirada inspiró interrogantes y una colocó un signo de pregunta en las cosas que siempre quise, quizá hasta en los más profundos deseos. Otra vez.
Con el tiempo uno se va desprendiendo y ofreciendo esos deseos, ya no parece tan raro ver a alguien caminar desnudo por la calle o arrastrarse por la acera caliente.
No voy a mentirte esta noche, ¿me levanto de mi lecho de muerte y te grito que quiero que te quedes? No, dije que no voy a mentirte.
Lo que pasó después de este ineficaz pensamiento es completamente predecible, me hubiera gustado no evadir tu pregunta, porque en realidad, sí, había algo que no me cerraba de tu huida, y era justamente el que no estés, eso no me cerraba. Hubiera sonado egoísta, pero no podía decirte que estaba feliz porque te fueras, quizá ayer no estaba contenta por eso, hoy si, tal vez mañana no lo esté, ¿quién sabe? Sólo Dios.
Lo cierto es que es difícil y pocas veces algo me parece difícil. Pero, ya lo dije,
te prometo que soporto todo,
¿qué clase de esclava sino?

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