Nunca nadie me dio tanta luz, para nadie fui tan importante.

Curemos la herida de una vez,
veámonos desde lejos,
no hay nada que captar hoy.
Nos introducimos al mundo
con puntos suspensivos,
acabando con el miedo a la alegría,
resulta ser un soplo de vida,
experiencia que también se comparte,
se forman lazos indestructibles con esa persona,
se junta tierra del mar,
se intensifican las metáforas en la boca,
las faltas de ortografía abundan,
la memoria visual y afectiva no tiene descanso.
¡Qué admirable camino!
La dulzura adorna las miradas de los temorosos,
cambia el aura del individuo,
se desintegra el individualismo.
Nuevas experiencias.
Canciones de cuna,
tensión en los brazos,
sonrisa eterna,
necesidad de protección, etc.
Y la perfección expresada plenamente
en un reloj, en una válvula, que marca el crecimiento.
Y quiero que mi vida sean tus días, eternamente.
Mágicamente hablan en serio...
Pero que nadie vuelva a contradecir esta renuncia,
es mi relación con mi Padre Celestial.