atraviesan el hilo como fantasmas astutos,
hablan del pasado como si alguna vez,
estaba en sus planes ser personas cuerdas y normales,
cuidan su sangre y desperdician el tiempo como libre fracasados con fatiga y sed.
¿Por qué nunca hablamos de las pequeñas cosas que nos hacen falta?
La incertidumbre desvanece flores,
construye surcos de ansiedad,
lleva en la sangre la humanidad
y las tormentas de un corazón,
el lamento del mundo,
roto,
seco;
desesperación.
Las palabras oraciones pensamientos
construyen caminos y puentes y ciudades y reinos,
cuentos donde la sal consume la verdad.
¿Quién podrá apreciar esos cuentos?
¿Quién podrá destruirlos?
Basta un segundo.
Recordarte siempre, siempre recordarte,
si lo puedes hacer, si los puedes sentir, o si no puedes.
No te sientas mal por quererme, ni por quererte
¿sabes?
Estaría mal si no lo hicieras.
Toca tu guitarra,
dale a la mierda su pisada diaria,
si es que te encuentra, huélela como perro ciego identificando que no es alimento.
Y dale a tus niños tus lágrimas de barro,
ofréceles tu camiseta mojada
después de un partido y una tormenta y una cancha y una posibilidad.
Dale al canto sus cantos, que el canto te canta, y en ese cantar llama tus ojos,
tus límites, tu búsqueda, tu misión,
canta y vuelve, dale a la vida más vida.
Tu escudo es amigo de los brazos y piernas desparramadas en un bosque ardiendo
ya destruido.
Tú estás trazando planos y ¿Qué?
Y alimentando lo que nace,
como un viejo campo de mi infancia,
dejando en la tumba el miedo y los escalofríos, la injuticia y la ignorancia;
el pecho se llena de nubes
porque algunos viajes,
cambian a la humanidad, para siempre.
¿Y son necesarios?
Sí, son necesarios.
¿Y son necesarios?
Sí, son necesarios.
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