Comida devorada

Número de almas que pasan.




lunes, 26 de abril de 2010

69 (Ralla al medio, con pañuelo, tatuaje en la piel)

Se revuelcan con los límites invisibles de su demencia,
atraviesan el hilo como fantasmas astutos,
hablan del pasado como si alguna vez,
estaba en sus planes ser personas cuerdas y normales,
cuidan su sangre y desperdician el tiempo como libre fracasados con fatiga y sed.
¿Por qué nunca hablamos de las pequeñas cosas que nos hacen falta?
La incertidumbre desvanece flores,
construye surcos de ansiedad,
lleva en la sangre la humanidad
y las tormentas de un corazón,
el lamento del mundo,
roto,
seco;
desesperación.
Las palabras oraciones pensamientos
construyen caminos y puentes y ciudades y reinos,
cuentos donde la sal consume la verdad.
¿Quién podrá apreciar esos cuentos?
¿Quién podrá destruirlos?
Basta un segundo.
Recordarte siempre, siempre recordarte,
si lo puedes hacer, si los puedes sentir, o si no puedes.
No te sientas mal por quererme, ni por quererte
¿sabes?
Estaría mal si no lo hicieras.
Toca tu guitarra,
dale a la mierda su pisada diaria,
si es que te encuentra, huélela como perro ciego identificando que no es alimento.
Y dale a tus niños tus lágrimas de barro,
ofréceles tu camiseta mojada
después de un partido y una tormenta y una cancha y una posibilidad.
Dale al canto sus cantos, que el canto te canta, y en ese cantar llama tus ojos,
tus límites, tu búsqueda, tu misión,
canta y vuelve, dale a la vida más vida.
Tu escudo es amigo de los brazos y piernas desparramadas en un bosque ardiendo
ya destruido.
Tú estás trazando planos y ¿Qué?
Y alimentando lo que nace,
como un viejo campo de mi infancia,
dejando en la tumba el miedo y los escalofríos, la injuticia y la ignorancia;
el pecho se llena de nubes


porque algunos viajes,
cambian a la humanidad, para siempre.
¿Y son necesarios?
Sí, son necesarios.

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